
El corredor es estrecho y oscuro, iluminado solo por una tenue luz que parece parpadear al ritmo de mi pulso. Me he cruzado con él, con X-2506, y aún puedo sentir su presencia. Hace solo unas semanas que lo conocí, cuando fue asignado como jefe del mantenimiento de la Máquina, y desde entonces, no ha salido de mi mente.
No sé qué fue lo que me atrapó de él desde el principio. Quizá fue la manera en que camina, con esa mezcla de fuerza y agotamiento, como si llevara sobre los hombros un peso invisible. O tal vez fue su mirada, una que no refleja ni sumisión ni conformismo. Hay algo en él que me dice que no es como los demás, que no solo cumple órdenes, que, al igual que yo, oculta algo.
Y sin embargo, no puedo dejarme llevar por esto, por este sentimiento que crece en mí como una chispa incontrolable. Llevo demasiado tiempo planeando, tejiendo cuidadosamente cada hilo de esta conspiración. Desde el momento en que me uní a la resistencia, supe que el camino sería solitario, que el precio sería alto. Destruir la Máquina del Tiempo es más que un acto de rebelión; es una necesidad, la única manera de quitarles a los Intocables su última arma, su poder absoluto sobre nosotros y sobre la historia misma. Cada segundo que pasa, siento esa urgencia que me consume y me mantiene en pie.
Pero hoy, al cruzarnos, algo ha cambiado. Por un instante, he querido decírselo todo. Las palabras estaban a punto de salir, como si el secreto que guardo desde hace tanto tiempo hubiese perdido su peso en su presencia. Por un momento, he deseado que él conociera lo que realmente pienso, lo que he estado planeando en las sombras, lo que cada movimiento mío significa.
Y sin embargo, callo. Él no debe saberlo. El riesgo es demasiado grande. X-2506 también guarda un secreto, eso lo sé, lo siento en cada mirada que me lanza, en cada palabra medida que elige cuando hablamos. Pero su misterio es diferente al mío. Lo intuyo tan claro como el eco de mis pasos en este pasillo vacío. No puedo dejar que un sentimiento, por profundo que sea, ponga en peligro todo por lo que he luchado. Su silencio, su distancia, incluso su tristeza… todo eso me atrae hacia él, pero también me recuerda que hay cosas que deben permanecer ocultas.
Respiro hondo y cierro los ojos un momento, dejando que su imagen se quede en mi mente. Pienso en lo fácil que sería confesarlo todo, en cómo mis palabras podrían liberar un peso que he llevado demasiado tiempo. Pero, al mismo tiempo, sé que esa confesión lo cambiaría todo. Mis pensamientos, mis emociones, incluso la chispa que he visto en sus ojos… todo eso podría desaparecer. Y no puedo permitir que eso ocurra.
Lo observo alejarse por el pasillo, su silueta desdibujada por la penumbra. Quizá algún día le cuente la verdad, pero no será hoy. Hoy, nuestros secretos siguen siendo nuestros. Y mientras me doy la vuelta y regreso al corredor vacío, sé que, por ahora, eso debe bastar.